Revista Ya

Cuando mi hijo tenía tres semanas, retomé mis estudios de interna en medicina. Corría las 24 horas entre el hospital y mi casa. A los dos meses comencé con turnos obligatorios: el padre de mi niño me lo llevaba al hospital y yo lo amamantaba, detrás de una puerta, entre paciente y paciente. Todavía era chico cuando debí preparar mi examen de pregrado de medicina interna. En las noches, mientras estudiaba los dos tomos de los Principios de Medicina Interna de Harrison -un texto obligatorio-, mecía a mi hijo con la punta del pie. Resumía los temas en voz alta con voz de rima para que se durmiera. No tenía tiempo para canciones de cuna.

La doctora Sofía Salas, profesora titular de Bioética en la Universidad Diego Portales; ex directora de su escuela de Medicina; posgraduada en la Royal Postgraduate Medical School de Londres y quien egresó con el mejor promedio de su promoción en la Universidad Católica, llora.

Se le intensifican las emociones cuando recuerda su duro ascenso profesional y académico. Por ejemplo, la pena imborrable que sintió una tarde en que su niño tenía fiebre altísima y ella debió quedarse en el hospital a atender a chicos ajenos, mientras era interna de pediatría. O su día de egreso, cuando le pidió al decano de Medicina de la PUC de la época un certificado de mejor alumna, y este le contestó que para qué, si podía quedarse en su casa criando.

Esos días están lejos. Salas ha hecho una carrera notable que comenzó en la Católica y hoy la tiene brillando en la UDP, donde ha ocupado puestos de alta responsabilidad académica. Pero, al recordar, siente rabia y pena. Y todavía guarda la que fue su tenida de batalla por años: una falda tableada, un beatle de cuello alto y un collar de perlas. Es que una de sus profesoras le había advertido al principio de su carrera que debía verse muy seria si quería entrar en los mundos de la academia y la medicina.

La socióloga Carmen Andrade, ex ministra del Sernam y encargada de la oficina de Igualdad de Oportunidades de Género de la Universidad de Chile, no se sorprende. Fue contratada en mayo para hacer un diagnóstico de la situación de las mujeres en esa universidad -donde en 2013, hay 34 por ciento de académicas contra 66 por ciento de sus pares hombres- con el fin de dictar políticas paliativas. Lleva cuatro meses y constata:

-En 12 de 19 facultades e institutos de la Chile, el porcentaje de académicas está bajo el promedio. Buenos ejemplos son Ciencias Físicas y Matemáticas; Economía y Negocios; Derecho y Ciencias Forestales. Odontología es una excepción, pero solo porque su joven decano tomó una opción personal: aumentar las mujeres en su facultad.

No solo hay un porcentaje menor de profesoras asociadas o titulares en la Universidad de Chile, sino que, además, ellas se concentran, mayoritariamente, en los niveles inferiores de la jerarquía académica. Igual que la Universidad Católica y la mayoría de las privadas, la Chile no ha tenido una rectora en toda su historia. Y es que ascender a las alturas es duro y pedregoso, dice Carmen Andrade:

-Las carreras académicas son largas y hay que pasar por media docena de jerarquías antes de siquiera soñar con ser nombrado profesor titular. Jerarquías que se ganan por concurso. Los requisitos son infinitos: horas de docencia, investigación, publicaciones y papers científicos en revistas top. La Universidad de Chile está muy centrada en la calidad: por ejemplo, no se llega a académico sin tener un doctorado. Es la primera barrera. En el caso de las mujeres, es una exigencia doble porque, a pesar de los avances, todavía en Chile son ellas quienes llevan casa e hijos.

Hay cifras indiscutibles. Hasta 1963, a Medicina de la Chile solo podía entrar un 10 ciento de mujeres, porque se estimaba que era una carrera inadecuada para este sexo. Hoy, ellas son casi la mitad de la matrícula universitaria y, dicen rectores, decanos y maestros en todas las universidades del país, constituyen por lejos los mejores alumnos de cada promoción. Un 50 por ciento femenino brilla a nivel estudiantil pero, paradojalmente, se queda en los primeros peldaños de la escalera académica.

Una realidad que refuerza el rector de la Universidad Católica, Ignacio Sánchez, quien observó, basándose en el Informe Unesco 2012, el efecto tijera, por el que hombres y mujeres en la carrera académica están en igualdad numérica a nivel de magíster y doctorado, pero en total desigualdad al llegar a los de profesor asociado y titular, las categorías más altas de la escala. Eso, a nivel mundial. Si se observa el fenómeno en un gráfico, las líneas forman una perfecta tijera. Sánchez ensaya una explicación:

-A nivel internacional, en la mayoría de las universidades, la proporción de profesores y profesoras asociados y titulares es de 70 por ciento versus 30 por ciento. Creo que es el reflejo de que la dedicación a las labores universitarias en las mujeres puede estar fuertemente influida por la crianza. También podría denotar una tradición de desconfianza y sesgo para ofrecerles a ellas oportunidades de desarrollo. Esta realidad es aún más pronunciada en nuestro país. En la UC, si las alumnas de primer año representan el 54 por ciento de la matrícula, solo hay un 17 por ciento de profesoras titulares. Es una cifra que está por debajo de los estándares internacionales.

Juicio en la universidad

El Atlas Mundial de la Igualdad de Género de la Unesco registró en 2012 cifras que no son alentadoras para las mujeres en la academia. Aunque en América Latina y el Caribe aumentó la tasa de matrícula universitaria femenina de cinco a 40 por ciento entre 1970 y 2009 -superando a los hombres- la representación de mujeres baja drásticamente a medida que se avanza en la carrera académica.

Esta realidad se replica y estudia en Estados Unidos. La profesora de Derecho Mary Ann Mason, quien, entre 2000 y 2007 se convirtió en la primera decana de la División de Graduados de Berkeley -diez mil estudiantes en 100 programas-, ha dirigido investigaciones de campo y escrito libros que dictan cátedra en el tema. El último, "Do Babies Matter?", (¿Importan las guaguas? Género y familia en la Torre de Marfil), publicado en junio pasado, se convirtió en best seller y fue coescrito con otros dos autores. Mason une una mirada realista y crítica a sus investigaciones de más de una década en Berkeley, para explorar la relación entre familia y ascenso académico en las universidades estadounidenses. Desde sus años de experiencia como decana, releva los sacrificios que las mujeres están obligadas a hacer si quieren ascender en la escala y cómo sus embarazos e hijos afectan su promoción académica. Desde Berkeley dice:

-Las mujeres pagan un alto costo en la carrera académica: yo lo llamo "baby penalty" y es especialmente fuerte en las carreras científicas. Desde que se reciben hasta que llegan a profesoras titulares, mantienen un recorrido como cocinado en una olla a presión. No tienen escapatoria, porque si interrumpen su carrera, aunque sea por seis meses o para tener un hijo, la universidad no las perdona. Las catapulta fuera y es difícil que puedan volver. Hemos investigado más de diez años por qué tantas mujeres empezaban y tan pocas llegaban a la Torre de Marfil, sus escalones más altos. La respuesta resultó ser la esperada: tener hijos sí importa en la academia. Es un factor negativo para las mujeres, pero jamás para los hombres.

Mason relata el caso de una doctorada en física que demandó a su mentor universitario porque la puso en la lista negra y le negó una recomendación para un ascenso por haber tenido un hijo. "Ella demandó y ganó. Su mentor había supeditado su recomendación a que ella, no bien salida de la clínica, volviera de inmediato a la universidad, ojalá el mismo día. Los jueces consideraron que ella tenía razón".

Hay más. La psicóloga de la UC y doctora de la Universidad de Maryland, María Loreto Martínez, quien es profesora titular en la escuela de Psicología, ha observado que el reloj biológico juega su parte:

"Frecuentemente la transición de una mujer a roles de pareja y parentales coincide con su doctorado o posdoctorado. En la academia es el período de inserción más demandante y puede coincidir con el matrimonio y la maternidad. Por eso muchas mujeres abandonan o detienen el reloj académico, lo que enlentece su carrera. En los dos casos, esto tendrá efecto en su promoción".

Coincide Mary Ann Mason:

-La carrera académica pone la mayor presión en la etapa más crítica de la vida, entre los 30 y 40 años, justo cuando las mujeres, mayoritariamente, se casan y tienen hijos o ellos son aún chicos. Es la década del "make or break": o te la juegas por seguir ascendiendo o te detienes.

Hay otros problemas asociados: en los países desarrollados se observan menores tasas de fertilidad y más divorcios entre las profesoras titulares.

-Observamos que, en lo alto de la escalera académica, 70 por ciento de los hombres son casados contra solo un 44 por ciento de mujeres. Los factores son obvios -dice Mason.

La psicóloga María Loreto Martínez identifica otra causa poderosa del estancamiento femenino: los patrones culturales, factor mencionado antes por el rector de la Universidad Católica, Ignacio Sánchez. Ella dice: "El efecto tijera no debe atribuirse únicamente a la crianza y el trabajo de casa. Se han identificado otros factores que son de orden cultural. Como las creencias estereotipadas acerca de las emociones y capacidades femeninas -seríamos malas para tomar decisiones, por ejemplo-; la falta de modelos a seguir (hay pocas académicas en lo alto), y prejuicios como la desconfianza en las competencias de las mujeres. Esto ha minado las oportunidades de desarrollo femenino".

Desde la rectoría de la UDP, el abogado Carlos Peña es lapidario al reconocer este fenómeno:

-Las mujeres que se dedican a la universidad no sustituyen los roles, los suman. A esto se agrega que, incluso en los grupos ilustrados, se sigue aceptando la vieja regla del Código Civil que, si bien derogada, posee todavía vigencia cultural: la mujer sigue al marido y no al revés. Así, a la hora de postular a un sabático o una estadía de investigación, una profesional debe contar con la anuencia del marido, o la pareja, y prever el traslado para él y los hijos. En lo público se definiría la masculinidad; en lo privado, la femineidad. Lo femenino quedaría asociado culturalmente y socialmente construido, del lado de la familia. Esta visión -la influencia del género en la división del trabajo, tan presente en nuestra cultura- tiene consecuencias en la profesión académica -dice.

La socióloga Carmen Andrade también observa la encrucijada en la Universidad de Chile. Dice que hay muy pocas posibilidades de que las mujeres se doctoren en nuestro país.

-Un doctorado son cuatro o cinco años fuera. Pero cuando las mujeres deben irse, los hombres no las acompañan al extranjero. En cambio, al revés, sí. Entonces ellas deben optar: o se casan o se doctoran -dice.

Y si no se doctoran, no pueden hacer carrera académica.

Más difícil en la ciencia

La doctora en Física de la UC y directora del Centro para el Desarrollo de Nanociencia y Nanotecnología de la Universidad de Santiago, Dora Altbir, casada con otro físico y madre de dos mellizos de quince años, testimonia el esfuerzo suplementario que las mujeres hacen en el ámbito de las ciencias exactas. Un esfuerzo que se acrecienta por tratarse de disciplinas duras, áridas a veces y que exigen largas horas de investigación y de laboratorio. Son también las que demandan mayor publicación de papers científicos de alto vuelo. Ejemplos serían las ingenierías y licenciaturas en diversas materias como matemática, química, física.

Dice Dora Altbir:

-Nunca me sentí discriminada, pero he oído que si, en una reunión técnica, se sirve café, los hombres miran a las mujeres. Creo que ya no nos estamos parando a servir, hemos hecho un esfuerzo. En mi caso, mi marido físico fue capital en la relación entre mi maternidad y mi avance en la academia. Sin él, hubiera sido imposible. Compartió en detalle todas las tareas y, por eso, cuando nacieron mis hijos inauguré el período más fértil y más productivo de mi carrera. Aprendí a priorizar y a ocupar cada segundo. Llegaba temprano a la universidad, no iba a almorzar a mi casa y, entre clase y clase, me encerraba en mi oficina con mis investigaciones aunque fuera diez minutos. No perdía ni cinco segundos.

Su absoluta concentración de años la llevó lejos, pero tuvo mucha ayuda, reconoce. Su marido, su mamá, su hermana y su nana colaboraban con la casa y los niños mientras ella se encerraba a investigar:

-Pero a mis hijos nunca les falté y hoy tenemos una excelente relación. Creo que esto se da entre matrimonios de académicos, en cambio sí he sentido discriminación de género en grupos de otras disciplinas en congresos multidisciplinarios. Pero yo creo que las mujeres podemos. Dirigí el programa Núcleos Milenio de magnetismo con 17 investigadores de distintas universidades -la única mujer entre 16 hombres- y me eligieron porque las mujeres somos buenas para evitar el conflicto y cuidar las relaciones personales.

Las científicas reconocen que su área es dura, más exigente, y, en consecuencia, hay menos mujeres interesadas. Hay ejemplos como el de la Universidad Católica, puntualiza la doctora y profesora titular de la UDP, Sofía Salas, que, antes de los años 70, ofrecía un cupo muy reducido para mujeres en Medicina, un factor que influye hasta hoy. Por eso, "las generaciones siguientes que ingresamos con PAA y un sistema de admisión transparente casi no tuvimos profesoras. Eso nos marcó porque nos quedamos sin modelos a seguir".

Y el rector de la Usach, Juan Manuel Zolezzi, observa que "15 años atrás no había mujeres en las carreras duras. Hoy van en claro aumento".

Carmen Andrade atestigua que en la Universidad de Chile, donde efectúa un acabado diagnóstico de género, las mujeres están largamente subrepresentadas en las ciencias duras, desde la biología a las ingenierías. Como hay menos alumnas, hay menos egresadas y, por consiguiente, menos académicas a largo plazo:

-Las chilenas siguen escogiendo carreras sociales y humanistas. Esto no tiene que ver con las capacidades sino con la cultura en Chile. Las familias, la escuela, los medios de comunicación, que van socializando a hombres y mujeres, lo incentivan. El rol maternal te lo extienden a toda la vida. En cambio en ellos se privilegia el razonamiento lógico, la investigación dura. Que las mujeres de este país, a pesar de tener las capacidades, sigan esquivando las ingenierías y las químicas o físicas crea un problema serio: les marca un futuro con menores ingresos.

La luz desde el túnel

¿Hay luz al final del túnel para las académicas? Ángela Vivanco, abogada y doctora en Derecho Público, quien es vicerrectora académica de la Universidad Santo Tomás y profesora asociada en la UC desde 1993, es optimista. Ella cree que la presencia femenina en la academia no solo se ha intensificado en los últimos años, sino que es avalada por la sociedad con más fuerza.

-Me siento muy orgullosa de que en la Universidad Santo Tomás haya mayoría de docentes mujeres. Pero en todas las universidades no ha sido fácil para nosotras escalar posiciones y ganar confianzas.

Aun así, dicen los expertos, habría varias medidas a implementar.

La solución, advierten, tomará tiempo, tal vez una generación. Ya organismos como Conicyt han dado el primer paso. Lo recuerda la doctora en física Dora Altbir, desde su cátedra en la Usach:

-Se valora la decisión de Conicyt, que hoy proporciona cobertura y financiamiento de pre y posnatal a las becarias de doctorado y a las investigadoras de proyectos Fondecyt de posdoctorado. En esa línea, la Usach desarrolla el programa "Igualdad en la Diferencia" que pone el acento en la equidad.

Para el rector de la UDP, Carlos Peña, "es esencial generalizar conciencia de la arbitrariedad del género y la manera en que él influye en las trayectorias académicas". Ve como fundamental apoyos adicionales para los sabáticos femeninos, tomando en cuenta a los hijos. Así como la creación de incentivos diferenciados para estimular la producción intelectual de las académicas y la consideración a su multiplicidad de roles.

Y en la Universidad de Chile, Carmen Andrade ve indispensable aplicar un código de buenas prácticas laborales con equidad de género y un reglamento contra el acoso sexual, además de "salas cuna cercanas a los campus y flexibilidad horaria".

Desde su catédra de Psicología en la UC, María Loreto Martínez enumera:

-Políticas de contratación con cuotas balanceadas; cuidar la retención de académicas y la promoción de sus carreras; aumentar su representación en instancias de toma de decisiones y en comités de asignación de becas, fondos de investigación y premios.

La doctora Sofía Salas corona el tema con su apreciación de la novedosa estrategia de Fondecyt: "Los investigadores deben incluir en su currículo su productividad académica de los últimos cinco años. Y, si la investigadora tuvo hijos en ese período, se le permite que incluya un año adicional por cada niño".

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