El Mercurio

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'Chile va a cambiar', vaticina Carolina Salinas, directora del Centro UC de la Familia, que aportó los datos del país a la investigación. En dos generaciones, tendrá otra idiosincrasia.

'En Chile ustedes son como los campeones en todas estas cosas. O están con el índice más bajo o están con el índice más alto'.

Comentarios como ese recibió de colegas extranjeros la abogada Carolina Salinas, académica de la Universidad Católica y directora del Centro UC de la Familia, cuando examinaron los resultados del estudio 'Cambios en las estructuras demográficas. Una mirada a la estructura latinoamericana'.

Elaborado por la Red de Institutos Universitarios Latinoamericanos de Familia (Redifam), el trabajo compara datos de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, México, Paraguay, Perú y Uruguay en un contexto de acelerada transición demográfica, caracterizada por un envejecimiento de la población, una baja de las tasas de natalidad y una mayor esperanza de vida, lo que desafía no solo a los sistemas de salud y de seguridad social, sino también a los mercados laborales.

Fecundidad y natalidad más bajas, pero con más esperanza de vida

Sobre la base de datos abiertos —los recién conocidos del Censo 2024, más la encuesta Casen y las estadísticas vitales del Instituto Nacional de Estadísticas (INE)—, el estudio confirma el veloz envejecimiento de la población chilena, lo sitúa en el contexto regional y revela dimensiones menos conocidas sobre los divorcios y los tipos de hogares que hay en el país.

Así, se confirma que Chile tiene la tasa global de fecundidad más baja, con un nacimiento por mujer por debajo del 2,1 —que es el umbral de reemplazo generacional—, y la menor tasa bruta de natalidad (número de nacidos vivos por cada 1.000 habitantes), con 7,7, la mitad del promedio de América Latina.

También posee una de las tasas brutas de natalidad y de mortalidad (personas fallecidas por cada 1.000 habitantes) más cercanas entre sí (7,7 y 6,1). Y mientras en Chile, Argentina, Uruguay y Brasil se advierte una relación 1 a 1 (nace una persona por cada una que se muere), en México es de 2 a 1; y en Paraguay, de 4 a 1.

Además, Chile tiene la mayor esperanza de vida (81,2 años), por encima de Uruguay (78,2), Ecuador (78,1) y Argentina (78).

'De mantenerse esta tendencia, los países en estudio podrían entrar en una fase de crecimiento negativo, especialmente si no hay inmigración significativa que compense', dice el texto.

Sorprende, en tanto, que Chile lidere la tasa de divorcios, con 59 por cada 100 matrimonios, por encima de Ecuador (47), Brasil (47) y Colombia (36). Según datos del INE, en 2023 hubo 64.285 matrimonios y 38.093 divorcios. Salinas lo atribuye a un efecto pospandemia, 'en que el número de matrimonios disminuyó muchísimo, y a lo mejor no es un equilibrio definitivo de los números'.

Otro rasgo de la nueva sociedad chilena es que si bien el hogar nuclear sigue siendo mayoritario (57,6%), aumentan los unipersonales (ya son un 16,6%) y los sin núcleo (7,6%) —amigos, compañeros de arriendo o parejas sin hijos formalizados—, cifra significativa regionalmente.

Con todo, plantea Salinas, en Chile destaca la vigencia del componente familiar de los hogares, ya sea nuclear o extenso, este último en que conviven varias generaciones.

'Esa riqueza de la familia extensa puede ser el elemento que nos da esperanza de que no vamos avanzando inexorablemente a la soledad, a la pérdida de la familia (...). Al seguir estando, puede ser lo que nos salve de la debacle que han tenido otras sociedades, en que la soledad no va acompañada por nadie, como hoy vemos en Japón u otros países del primer mundo', añade.

¿Empanada o arepa?

Aunque distintos investigadores advierten que naciones con este comportamiento demográfico se encaminan a desaparecer o a convertirse en minoría en sus propios territorios, Salinas asegura que es algo que se puede revertir, por ejemplo, con 'una incorporación inclusiva de culturas que en su minuto fueron distintas y que luego pasan a tener una identidad propia. O sea, de que Chile va a cambiar, va a cambiar. ¿Vamos a dejar de ser chilenos? A lo mejor podría ser mucho'.

¿Y cómo seremos en 2100?

'Puede que seamos una mixtura de tradiciones, de culturas. Siempre en estos movimientos migratorios o cambios demográficos puede haber una especie de ganador y perdedor, alguien que impone una cultura o una forma de vida, pero tendríamos que tener una bola de cristal para decir, en el fondo, si va a primar la empanada o la arepa; pero sí, lo más probable es que en un par de generaciones más se llegue a una mixtura distinta a lo que hoy existe como idiosincrasia propiamente chilena'.

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