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El doctor en Derecho de la U. de Chile y director del departamento de Derecho Público de la U. Católica, Sebastián Soto Velasco, no le pierde paso al proceso constituyente.

En 2021 publicó el libro "La hora de la Re-Constitución" donde aborda la historia constitucional chilena y traza los que, a su juicio, serían los principales temas de la Convención Constitucional, varios de los cuales estos últimos meses han estado en el debate público.

Su adhesión al proceso constituyente, cuenta, fue luego del denominado "estallido" del 18 de octubre de 2019, "porque me pareció que esa era la fórmula institucional que ofrecía una salida a la crisis por dos vías: intentando sanar la política e intentando mejorar nuestra convivencia".

—¿Mantiene esa mirada hoy día?

—Hoy día veo que se está siendo muy difícil recorrer esos dos caminos. Primero, veamos esta idea de mejorar nuestra convivencia. Yo creo que la mayoría de la Convención ha insistido en configurar nuestra convivencia sobre la idea de una sociedad que se divide entre víctimas y victimarios, y así creo que es imposible, si no muy difícil, sanar nuestra convivencia. Lamentablemente, muchos de los integrantes de la Convención, los pueblos originarios, las mujeres, las minorías, las regiones y un largo etcétera, son víctima de un conjunto de victimarios: Santiago, el Estado, los chilenos, las empresas, etc. Entonces, esa forma de mirar nuestro presente hace muy difícil proyectar una convivencia armónica.

"El otro objetivo relevante del proceso constituyente era sanar la política y también veo que se ha hecho más difícil porque pienso que la Convención no nos está proponiendo una nueva forma de hacer política. Así, entonces, el anclaje ideológico a posiciones sesenteras, la exclusión reconocida de un sector político, la falta de liderazgos al interior del sector hegemónico en la Convención, por ejemplo, la deliberación de espaldas a la evidencia, la distancia con los acuerdos y la moderación, la ausencia de contención, el desprecio por el derecho, en fin, todo eso demuestra que no ha habido una intención de renovar la forma de hacer política, sino que finalmente debilita aún más la mediación propia de la acción política".

—Un grupo de convencionales ha sostenido que esto se trata de generar nuevas relaciones, incluir a grupos que habían sido excluidos, y así profundizar la democracia. ¿Cree que eso está ocurriendo?

—Yo creo que la inclusión, la integración, es y deberá seguir siendo un objetivo no solo de la nueva Constitución, sino que también de la política del mañana. Pero eso no se logra configurando nuestra convivencia sobre la idea de una sociedad en la que habitan víctimas y victimarios. Eso se logra sobre la base de convivir unidos en un proyecto común. Y entonces hay una serie de aspectos, debates que, creo yo, conspiran contra esa idea de integración y que finalmente lo que hacen es seguir dividiendo, perseverar en la desintegración, que no es lo que debiera al menos intentar hacer la nueva Constitución. Ejemplos de ello: la discusión sobre la plurinacionalidad, la atomización del poder en territorios, la generación de reglas excepcionales para ciertos grupos y así otros, creo son fórmulas no integradoras, sino que fórmulas que intentan mantener una cierta desintegración.

—¿Cuáles son los riesgos de que se esté actuando de esta manera que describe?

—Ahí me atrevo a decir dos cosas, lo primero es que los procesos constituyentes siempre tienen muchos riesgos, de hecho si uno mira la historia universal, se da cuenta de que la mayoría de los procesos constituyentes en el mundo fracasa y no son capaces de generar una nueva Constitución que asegure hacia el futuro democracia y progreso. Esa es una idea que tenemos que tener siempre presente. Hoy, yo veo dos riesgos. Primero, el riesgo de generar una Constitución "aparente", y esta idea la tomo de David Law y Mila Versteeg. Estas son constituciones llenas de cláusulas dormidas, que fueron escritas desde la utopía y que no tienen ninguna posibilidad de hacerse realidad. Ese riesgo está muy presente hoy día en todas las comisiones. El problema de las constituciones aparentes o de las cláusulas dormidas es que impiden que los nuevos textos se consoliden y eso afecta las expectativas y daña la legitimidad de la nueva Constitución, al final las constituciones aparentes dejan de ser normas jurídicas y pasan a ser puro realismo mágico.

"El segundo riesgo, es que la Convención redacte una Constitución que haga más difícil aún gobernar. Yo creo que las malas constituciones pueden ser matizadas por los buenos gobiernos, pero la Convención, al menos hasta ahora, insiste en una fórmula que yo creo que es fatal y que mezcla cinco ingredientes que a mi juicio dañan severamente la gobernabilidad: una legislatura sin contrapeso y sin control de constitucionalidad en la tramitación de la ley, una legislatura que concentra el poder en el partido que domine Santiago, Valparaíso y Concepción porque es elegido a través de un sistema proporcional a la población; un Presidente débil, que además tiene que convivir con un vicepresidente y un ministro de gobierno. Y yo me pregunto: ¿quién va a mandar en La Moneda si la agenda del Presidente debe, además, adecuarse a la del vicepresidente y el ministro de gobierno? Cuatro: un territorio dividido en un federalismo de facto y cinco, un país dividido en múltiples naciones que según predican algunos no tienen un proyecto común. Después de todo esto creo que es justo preguntarse que si esta mezcla tan compleja no está creando más espacio para el conflicto político y debilitando aún más la esquiva gobernabilidad".

—Se ha repetido que las normas que se aprueban en comisiones, se moderarán en el pleno. ¿Ha visto algo de eso?

—Efectivamente, algunas propuestas afortunadamente han sido eliminadas en el pleno, pero otras no. En cualquier caso, todavía es temprano para saber si el pleno va a tener la musculatura suficiente como para articular un régimen de gobierno coherente. Desafortunadamente, el proceso que crearon los reglamentos es un proceso que lleva muchos temas al pleno e impide o dificulta que las comisiones sean las salas de máquinas del actuar de la Convención. La mejor muestra de esto es que la comisión de Armonización llega muy tarde y con atribuciones muy limitadas. Ahora bien, estos cinco ingredientes de una pócima fatal para la gobernabilidad todavía pueden ser corregidos y es lo que yo espero.

—¿Con qué hay que tener cuidado? ¿A qué temerle en un proceso constituyente?

—En una nueva Constitución hay que temerle a esas cláusulas de aplicación inmediata que no requieren la intermediación de la política o la ley. Por ejemplo, sería una cláusula que prohíba una actividad, que sancione otra, que elimine al Senado, ese tipo de cláusulas de aplicación inmediata, yo creo que son líneas rojas que no deberían traspasarse salvo en casos muy vitales. Creo que también hay que temerle a la eliminación de ciertas frases importantes por su historia, por ejemplo, en la cláusula de expropiación, eliminar que se paga el daño patrimonial efectivamente causado, o en la cláusula de derecho a la reunión eliminar que este es pacífico y sin armas. Y la razón para temerle es porque corre el riesgo de resucitar viejos fantasmas, y los procesos constituyentes deben evitar a toda costa resucitar viejos fantasmas, como por ejemplo, el tema de las expropiaciones sin pagos reales o las manifestaciones violentas tan íntimamente atadas al inicio de este proceso. También hay que mirar con cuidado otras cláusulas abiertas, que son "continentes sin contenido", es decir, cláusulas que van siendo llenadas en el tiempo. A ese tipo de cláusulas, que creo que igual pueden ser complejas, podemos tenerles algo más de paciencia (...), igual creo que hay que mirarlas con cuidado, pero están en un segundo orden.

—En la comisión de Sistema político se aprobó la indicación de la UDI para tener una cámara territorial con algunas facultades legislativas y se retiró la palabra "unicameral". ¿Le parece que ese es un buen camino?

—Yo creo que el camino es efectivamente el bicameralismo como Chile lo ha tenido en los últimos 200 años. Si uno mira los debates y algunas de las iniciativas aprobadas, lo que se estaría creando es una especie de unicameralismo de facto en donde el nuevo Senado sería una cámara totalmente sumisa a las decisiones de la Cámara Baja (...). Esas competencias que se le entregan al consejo territorial implican que este solo conocerá de cinco proyectos al año aproximadamente y en todos los demás decidirá autónomamente la Cámara de Diputados. Adicionalmente, las normas de procedimiento como, por ejemplo, las insistencias o los plazos, lo que hacen es transformar al nuevo Senado en una cámara que interviene casi simbólicamente, entonces el escaso número de proyectos que va a conocer, adicionalmente a las reglas de procedimiento que se están imponiendo hacen de este un unicameralismo de facto con escasa capacidad de representación y de ser contrapeso.

Respecto al rol del Senado, Soto afirma que "hay una animadversión muy equivocada en algunas facciones de la Convención. Es una animadversión que no es justa con el prestigio histórico que ha tenido el Senado en estos 200 años, que no es justa con las figuras políticas que en estos 200 años han habitado el Senado y han contribuido a la representación y a la deliberación, y que no es justa con el rol de contrapeso que ha jugado siempre el Senado y más aún en estos últimos años". Y añade: "Yo creo que el Senado en el último tiempo ha crecido en prestigio porque ha sido capaz de agregar sensatez a una serie de decisiones incorrectas que ha tomado la Cámara de Diputados. Yo me pregunto cómo estaría Chile si el Senado actual, que tiene mayoría de izquierda, no lo olvidemos, no hubiera contrapesado a la Cámara de Diputados estos últimos años y todo lo que aprobó la Cámara hoy fuera ley. Y pienso que la respuesta es que estaríamos en un gran problema. Por eso, entonces, me parece que la animadversión en contra del Senado es injusta. Nada de eso dice que no lo podamos modificar en una serie de aspectos, pero otra cosa es proponer su eliminación o proponer despojarlo de sus atribuciones históricas".

—¿Cómo evalúa el comportamiento de los partidos políticos al interior de la Convención?

—El funcionamiento de la Convención nos ha mostrado con más claridad que cualquier manual que la gobernabilidad va de la mano de los partidos políticos, que partidos políticos debilitados, como los que hay en la Convención por un diseño incorrecto en las reglas de elección, dificultan la gobernabilidad en las legislaturas y ciertamente también dificultarían la gobernabilidad en cualquier acción política. Una lección que debemos sacar del trabajo de la Convención es la necesidad de fortalecer a los partidos políticos. Esto no quiere decir que los independientes no jueguen un rol, pero sí que, en primer lugar, el discurso antipartidos que muchos independientes al interior de la Convención han liderado al final, les ha rebotado o les va a rebotar porque han sido los partidos aquellos que pueden demostrar de mejor forma liderazgo político, mientras que los independientes han mostrado estar excesivamente anclados a agendas personales o identitarias que impiden confluir y hacer acuerdos.

—¿Cree que el gobierno de Gabriel Boric se debiese involucrar en la Convención? ¿Cómo?

—Sí, yo creo que el gobierno entrante debe intervenir para hacer de esta Constitución lo que el Presidente electo señaló: una Constitución no partisana. Y para eso, debe hacer política, y eso significa acuerdos, contención, realismo y generar un texto que ojalá pueda consolidarse lo más rápidamente posible en un plebiscito masivo y unificador. Si el plebiscito de salida replica el resultado de la segunda vuelta, será un fracaso para el gobierno en su primera medición.

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