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Francisco Urbina 158x158 3

La Convención Constitucional cuenta con máximo 12 meses para proponer un texto de una nueva Constitución. Este plazo puede ser un aliado o un enemigo. Hay procesos constituyentes que han fracasado por un retraso excesivo (Nepal) y otros en los que el plazo ayudó a llegar a acuerdos (Sudáfrica). La experiencia comparada muestra que manejar bien los tiempos es fundamental para el éxito de un proceso constituyente. ¿Qué debe hacer la Convención para organizar su trabajo dentro del plazo? La Constitution Transformation Network de la Universidad de Melbourne y el Foro Constitucional de la Pontificia Universidad Católica de Chile generaron un documento en que analizan los tiempos de la Convención. Algunas claves son las siguientes:

1. El plazo de 12 meses máximo de la Convención no es excesivamente corto. Ciertamente existen procesos más largos (suele ocurrir cuando la Constitución la elabora un órgano que no tiene dedicación exclusiva para esta tarea), pero también hay procesos exitosos más breves, como el de Colombia en 1991 (5 meses). Cada proceso es único. Sin embargo, sin planificación no sería difícil excederse del plazo.

2. Por ello, la Convención debe realizar un cronograma (está contemplado en la propuesta de Reglamento del 28 de agosto). Esto es clave para organizar el trabajo, evaluar avances y resolver retrasos. Dicho cronograma debería distinguir entre distintas fases (instalación, elaboración, armonización), pues en un proceso de este tipo se realizan distintas tareas en distintos momentos.

3. El cronograma debería estructurarse sobre un plazo de 12 meses, considerando desde el inicio la extensión del Art. 137. El plazo de 9 meses podría ser corto y, dado que el proceso se estructura en fases, planificarlo a 12 meses haría más probable que el aumento de tiempo no se concentre solo en la fase final, sino que se asigne según una planificación sensible a la distinta duración de cada tarea.

4. Respecto de las fases, la fase de instalación es importante en un órgano nuevo, pero no puede ser muy extensa. La fase de elaboración debería comenzar a inicios de octubre, según lo esperado. Esta segunda fase será la más larga (estimamos que debería durar unos 6 ó 7 meses), pues aquí se concentra el trabajo de las comisiones, con procesos complejos de deliberación y negociación, a los que se suma la participación ciudadana. Finalmente, no se debe subestimar el tiempo necesario para la tercera fase, la de armonización. Incluso si se llega a la tercera fase con un conjunto de artículos elaborados y aprobados por las comisiones y el pleno, es probable que sea necesario abordar cuestiones de coherencia, así como varias propuestas nuevas surgidas una vez que los miembros de la Convención y la ciudadanía vean por primera vez un proyecto consolidado de la nueva Constitución. No debería asignarse menos de dos meses a esta fase.

La Convención ha logrado organizarse y está pronta a terminar su instalación. Ahora vienen las etapas más complejas, pero con una planificación adecuada la Convención podrá lograr que el tiempo sea un aliado más de este proceso de crucial importancia para Chile.

Esta columna también fue escrita por Tom Daly de la Facultad de Derecho de la Universidad de Melbourne.