El Mercurio

Patricio Zapata 158x158

Un buen mensaje es bueno cuando su contenido ilumina, despierta o alienta. Un buen mensaje no necesita tener todas las respuestas. Ya es valioso cuando identifica preguntas que mueven a una reflexión provechosa. Y será especialmente bueno, por supuesto, cuando sea oportuno. Porque reúne todas esas cualidades, y otras más, 'Fratelli Tutti', la última encíclica del Papa Francisco, es una excelente noticia. En estas breves líneas quiero dar testimonio de mi alegría, y gratitud, al recibirla. Impulsado por el entusiasmo, me animo, además, a recomendar su lectura. A todas y a todos. A quienes, como yo, se reconocen parte de la Iglesia Católica. Me atrevo a recomendarlo, también, a quienes adhieren a otra fe religiosa o no tienen una.


Como se sabe, 'Fratelli Tutti' toma su nombre de la forma cariñosa con que Francisco de Asís, il poverello d'Assisi, se dirigía a todas y a todos. Pero este no es solo un asunto de títulos o etiquetas. El Santo Padre ha querido, y ha logrado, que el texto en su conjunto, de principio a fin, transpire el espíritu sencillo, alegre y humilde del Santo de los pobres, de los animalitos y de la naturaleza. El Papa persevera, así, en su empeño de hablar una palabra con auténtico 'sabor a evangelio'. ¡Qué mejor manera de seguir exorcizando los demonios de dominación y soberbia que están en la raíz de los abusos eclesiales que causaron daño horrible a tantas y a tantos!

Esta encíclica viene a sumarse al rico depósito de enseñanzas que conforman la Doctrina Social de la Iglesia. En comunión y coherencia con 130 años de magisterio pontificio, 'Fratelli Tutti' ofrece una mirada fresca a los problemas más acuciantes del presente. Y lo hace sin remilgos ni ambigüedades. Que en el texto, escrito originalmente en nuestro idioma, se hayan colado varios 'argentinismos', nos permite a quienes tenemos el español como lengua materna captar con máxima sensibilidad la voz personal del Papa Bergoglio. Y, así, leemos que el diálogo debe ser 'corajudo', que los más poderosos se aprovechan del 'ventajismo' de la especulación financiera, que sin la fraternidad la libertad 'enflaquece', que la naturaleza humana es fuente y fundamento de principios éticos, pero no establece un 'fijismo' ético o que la paz no surge evitando que las reivindicaciones sociales hagan 'lío'.

En materia de contenidos, valoro, en primerísimo lugar, el llamado a construir estructuras de poder que igualen la cancha entre los pueblos y dentro de los pueblos. En este terreno invito a que se lean con atención los párrafos en que critica severamente al neoliberalismo y también a aquellos populismos que manipulan las necesidades de los vulnerados. Resalto, luego, la insistencia de Su Santidad en que superemos los enfoques tecnocráticos y economicistas que no ven ni quieren ver las relaciones de solidaridad y cooperación. Agradezco la manera fuerte y clara con que defiende los derechos de los migrantes. Saludo como indispensable y urgente su llamado a desarrollar una capacidad de diálogo que parta por ponerse en lugar del otro y dispuesta a aprender de los demás.

Quiero destacar especialmente el hecho de que esta encíclica tiene la potencialidad de llegar a las y los jóvenes. Hago esta afirmación en base a una muy grata y enriquecedora experiencia docente concreta. Hace apenas una semana, y en el contexto de una prueba oral que, vía telemática, les tomé a mis 66 alumnas y alumnos del curso de Derecho Político del Primer año de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile, incluí a 'Fratelli Tutti' en la materia. Durante este peculiar semestre/Zoom hemos estado discutiendo sobre las ideas políticas fundamentales de Platón, Aristóteles, Maquiavelo, Hobbes, Locke y Marx. Hacía todo el sentido del mundo, me pareció, pedir una lectura reflexiva y crítica de un documento en que se abordan algunos de los principales problemas de la sociedad contemporánea.

No se les pedía a los estudiantes una memorización de contenidos ni menos todavía muestras de apoyo o aplauso al Papa. Tenemos la suerte de tener en el curso a un grupo muy plural de jóvenes, en que conviven católicos, personas de otras denominaciones religiosas, agnósticos y ateos. También se manifiestan diferentes posiciones políticas. Toda esa diversidad es objeto de delicado respeto. Lo que se buscaba es que cada una y cada uno, desde su perspectiva, reflexionara -con argumentos- sobre el documento. El ejercicio fue muy educativo para todos los involucrados. Para los alumnos y para mí. Ya sea que se tratara de la polarización de las redes sociales o de los derechos de los inmigrantes, los jóvenes se conectaron con la encíclica. Varios de ellos, reconociendo que no se sienten cercanos a la Iglesia, valoraron la apertura y la humildad con que el Santo Padre aborda los temas. Para varios de ellos, la prueba era la víspera de la primera ocasión en que ejercían su ciudadanía (terminamos de tomar la prueba el sábado en la tarde, a pocas horas del plebiscito) y, preocupados por las descalificaciones, fake news y campañas del terror que salpicaron la campaña electoral, valoraron altamente que la encíclica abogue por la amistad cívica y el diálogo.

El Papa no anda en busca de aplausos fáciles ni ha escondido convicciones que pueden ser ingratas a oídos posmodernos. Su advertencia hacia nuestros jóvenes sobre 'el peligro de la penetración cultural de un ‘deconstruccionismo', donde la libertad humana pretende construirlo todo desde cero', su invitación a no despreciar las tradiciones que nos ayudan a preservar la 'consciencia histórica' y su reiteración sobre la inviolabilidad de la dignidad humana, entre otros recordatorios, así lo demuestran.

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