El Mercurio

Gabriel Bocksang 158x158

Señor Director:

El señor Heinrich von Baer ha tenido la gentileza de referirse a un estudio académico que preparé sobre los intendentes. En su carta, sugiriendo "desatar las amarras del centralismo", sostiene que mi posición sería la de "un inmovilismo total".

Nada más lejos de mi postura. He subrayado claramente que la Región Metropolitana concentra el 40% de la población nacional y el 45% del PIB. Ello revela una situación anómala que debe abordarse. Por ello, asevero en el referido documento que es prioritario el fortalecimiento territorial, financiero, operativo y demográfico de las regiones, debiendo impulsarse las reformas adecuadas.

Pero esto no significa que cualquier reforma o cualquier modo de implementación sean idóneos. En el estado actual de tramitación de los proyectos de descentralización existen aspectos llamativos. Se han cuestionado los de financiamiento, de distribución (y retiro) de competencias por válvula presidencial, y la figura del "secretario regional presidencial" designado por el Presidente.

Pero quisiera detenerme en otro punto. ¿Cuánta gente ha reparado en el hecho de que no solo "las regiones" son regiones, sino que también lo es la Región Metropolitana, y que bajo la actual hipertrofia demográfica y económica de la capital, el intendente elegido de Santiago sería mucho más poderoso que los demás y contaría con ventajas para conquistar competencias, influencias y recursos?

¿Acaso no existen riesgos asociados a una oposición política entre el intendente elegido de la Región Metropolitana y el Presidente de la República? Si suele sostenerse que "cuando Chuquicamata estornuda, Chile se resfría", ¿qué metáfora quedaría para las patologías que experimentará el desproporcionado Santiago en esta nueva institucionalidad?

La descentralización de nuestro país implica potenciar a las regiones. Ello puede significar que algunas se fusionen (en efecto, en Francia este mismo año pasaron de 22 a 13). Pero, sobre todo, implica evitar que una reforma teóricamente descentralizadora termine desvirtuándose, y en lugar de "desatar las amarras del centralismo", propicie un centralismo sin amarras.

Nuestro decidido compromiso con la descentralización debe serlo también con el bien común, la eficiencia y efectividad de las políticas públicas, la prosperidad de las regiones y la unión de Chile.