El Mercurio Legal

José Francisco García 158x158

Diversos y merecidos homenajes ha recibido el juez Antonin Scalia (1936-2016) tras su muerte. Ellos han incluido varios de la comunidad jurídica chilena, seguramente motivados por el hecho de haberlo conocido personalmente o asistido a alguna de las conferencias que dio el año pasado en el marco de su visita a Chile organizada por la Universidad de los Andes. Tuve la suerte de intercambiar algunas palabras con él tras un almuerzo en el que durante su conferencia, le pedí profundizara respecto de su querida Federalist Society, de la que también forman parte los jueces Roberts, Alito y Thomas. Además había leído antes de su venida al país, una contundente biografía de Bruce Allen Murphy: Scalia. A court of one (2014, Simon & Schuster), quien se ha especializado en biografías de supremos norteamericanos destacados como Douglas, Fortas, Brandeis y Frankfurter.

Hay tres aspectos que quisiera destacar de la biografía jurídica del juez Scalia pensando especialmente en los abogados jóvenes chilenos. En primer lugar, su trayectoria da cuenta de haber ejercido la profesión legal en los más diversos ámbitos. En sus primeras dos décadas de ejercicio, comenzando en 1961, lo encontramos como abogado en una oficina en Cleveland, profesor universitario full time (en las Universidades de Virginia, Chicago y visitante en Stanford), funcionario de la administración (en la agencia de telecomunicaciones y en el prestigioso cargo de Assistant Attorney General). En 1982 es nominado por el Presidente Reagan como juez en el famoso DC Circuit, siendo aprobado por el Senado, y en 1986, Reagan lo nomina para juez ante la Corte Suprema, siendo aprobado por 98 votos a favor y ninguno en contra (y en la ausencia de dos senadores republicanos, uno de ellos Barry Goldwater, que habría votado por él sin lugar a dudas). Así las cosas, no es difícil concluir que su merecido prestigio en el foro legal mundial es fruto de una rica y transversal experiencia a lo largo de diversas dimensiones del quehacer legal.

Segundo, más allá de su carisma y sus tesis jurídicas, Scalia revolucionó el rol de los jueces en el litigio ante la Corte Suprema. Terminando una larga tradición de pasividad de los jueces en los alegatos ante ésta, él los aprovechaba como una oportunidad especialmente rica para penetrar en los detalles del mismo, examinar críticamente los argumentos presentados por las partes, el fondo teórico de los mismos y la correcta aplicación de los precedentes cuya autoridad invocaban las partes. Nadie llegaba más preparado que Scalia a ellos. Lo interesante es que esto ha sido reconocido no sólo por los litigantes que alguna vez debieron alegar ante él, sino especialmente por el testimonio de varios de sus law clerks. Hoy, el que un alegato ante la Corte norteamericana sean varios los jueces que intervengan con comentarios y preguntas, muchas veces evidenciando aspectos medulares de su opinión (o perfilando su disenso), es una práctica introducida principalmente por Scalia.

Finalmente, un tercer elemento a destacar dice relación con que Scalia fue un incansable promotor de la importancia del valor de las ideas, tanto en el debate público, pero especialmente en el debate jurídico. Era hombre de convicciones que se plasmaban en una filosofía judicial de diversos componentes en la que buscaba perseverar y ser coherente. En este último aspecto se ha relevado intensamente por estos días su rol como uno de los principales exponentes del originalismo en materia de interpretación constitucional (su opus magna District Columbia v. Heller en 2008, sobre la base del significado de la Segunda Enmienda al momento de ser adoptada sobre el derecho a portar armas); del textualismo en la interpretación legal; del departamentalismo a la hora de evaluar si existe o no supremacía judicial (frente a los otros poderes) a la hora de interpretar la Constitución (Scalia creía que no, por ello es departamentalista); y de dar especial énfasis a los principios de separación de poderes y federalismo.

Scalia fue un hombre controversial, polémico, un intelectual en busca de "pleitos" con posiciones rivales. Muchas de sus tesis pueden ser consideradas con razón exageradamente dogmáticas. Sin embargo, su legado jurídico e intelectual, especialmente el de sus sentencias tras 30 años en la Corte, da cuenta de una mente legal brillante y reflexiva. Un jurista en toda su extensión, en momentos que parece tratarse de una especie en extinción.