La Tercera

Cristóbal Orrego 158x158

Señor director:

El profesor Salvador Valdés estima que existe una contradicción entre dos opiniones apoyadas por la mayoría en diversas encuestas: (a) que es "suficiente" la pensión de 60% de los ingresos laborales (así, pues, una pensión mayor para quien tuvo ingresos mayores); y (b) que "no es justo" que las personas con mayores ingresos "tengan mejores pensiones". La contradicción no existe, lógicamente, si se admite que una pensión del 60% de unos ingresos mayores es igual proporcionalmente a una pensión del 60% de unos ingresos menores, y, por lo tanto, no es mejor, aunque sea mayor aritméticamente.

Más allá de sofismas de abogado, el problema que el profesor detecta intuitivamente, en mi opinión, no es que una encuesta esté mal formulada. Es más grave: existe un desorden en la percepción moral de la población en general. Cuando cada uno piensa en su propia situación, quisiera una justicia proporcional: que su pensión no lo forzara a caer demasiado en su calidad de vida acostumbrada. En cambio, cuando cada uno reflexiona sobre el orden social en general, entonces deviene igualitarista y piensa que lo justo es dar a todos lo mismo y no dar más a los más ricos.

El doble rasero está claro: cuando pienso en mí como "comparativamente rico", es decir, como alguien que tiene unos ingresos en comparación con los cuales se miden las pensiones, y que son mayores que los de los demás, entonces quiero la proporcionalidad; mientras que cuando pienso en mí como "comparativamente pobre (o clase media)", es decir, como alguien que no se incluye intuitivamente en la categoría de los ricos, quiero que a ellos (a los ricos) no los traten mejor que a mí.

Este problema no se arregla formulando mejor las encuestas. Es un asunto que pone en discusión la conveniencia del ahorro forzoso para financiar pensiones proporcionales contra la alternativa de una pensión única igualitaria, financiada con impuestos generales, que sería atractiva sólo para indigentes (y sería obviamente justa).