El Mercurio

juan emilio cheyre uc 96x96

Desde el Centro de Estudios Internacionales UC seguimos con atención el proceso de paz en Colombia. Hemos tenido la oportunidad de interactuar con personalidades centrales del proceso que se desarrolla. A principios de este año apostábamos a la opción de que se concretara un escenario de mediana posibilidad de ocurrencia aventurando que en el curso de 2015 se concretaría la base de un acuerdo de paz. Los últimos acontecimientos afirman las visiones optimistas. Sin embargo, periódicamente surgen eventos negativos que amenazan los avances logrados.

Decisiones recientes marcaban tendencias favorables. El gobierno y las FARC se comprometieron a desminar un territorio donde se sufrieron 11 mil muertos. Por otra parte, el Presidente Santos ordenó a las FF.AA. y a la Policía cesar sus operaciones en contra de las guerrillas de las FARC, con el propósito definido por él mismo de "desescalar" el conflicto. El mandatario colombiano dejó en claro que ello no implicaba que seguirán monitoreando el cese del fuego unilateral e indefinido resuelto por las FARC y que ante eventuales problemas la fuerza se aplicará en operaciones que lo hicieran necesario. A estas decisiones se unió el anuncio formal de las FARC de que no seguirán reclutando menores de 17 años de edad.

Pareciera que ya no cabía duda de la firme voluntad de las partes para avanzar generando las condiciones de poner fin a un conflicto de más de 50 años. La apuesta apuntaba a crear condiciones para que una Colombia en paz se proyecte decididamente logrando alcanzar niveles de desarrollo que sus potencialidades permiten visualizar.

El camino a recorrer no está exento de complejidades. Recientemente, la guerrilla de las FARC ha matado a 10 militares y causado 20 heridos en la región del Cauca. La tregua unilateral e indefinida resuelta por la guerrilla el 20 de diciembre se ha vulnerado, por lo que el Presidente Santos resolvió levantar a su vez la orden de suspender los bombardeos que había ordenado el 10 de marzo.

La situación descrita pone en jaque nuevamente las confianzas, y la oposición a Santos lo califica como "rehén de las negociaciones". Surgen paralelamente voces importantes que llaman a la prudencia. El Presidente sintetiza en su Twitter, "esta es precisamente la guerra que queremos evitar". El breve mensaje sugiere una voluntad de reaccionar con fuerza ante la agresión, pero no abandonar el camino y los logros alcanzados. Es una tarea compleja y donde se sucederán incidentes de esta y otra naturaleza.

Si se logra resolver este nuevo grave incidente, que rompe acuerdos en el campo de batalla y pone en jaque las negociaciones, la dificultad más evidente a futuro será encontrar una fórmula que administre justicia con garantías para todos. El gobierno se ha comprometido a que no aceptará la impunidad, ya que además de inaceptable es rechazada por la sociedad. La aplicación de la justicia transicional deberá tener características difíciles de alcanzar. Se aspira a encontrar una fórmula que brinde seguridad jurídica para los combatientes, pero que a la vez responda a los derechos de las víctimas y a las demandas de justicia de la sociedad. A ello se une la imperiosa necesidad de niveles de verdad aún pendientes y del reconocimiento de sus responsabilidades por parte de las FARC, cuanto de las FF.AA. y Policías. Llegar a concretar niveles adecuados de verdad, justicia, reparación, memoria y asegurar la no repetición constituyen, a mi juicio, uno de los desafíos más complejos que tienen los negociadores.

Un esfuerzo como el que está llevando adelante Colombia y los colombianos nos debería convocar a todos. América Latina, más allá de las sensibilidades políticas y las visiones que se puedan tener del conflicto y sus actores, necesita concordar y dar señales explícitas de compartir el anhelo de paz y el esfuerzo que las partes están poniendo en la compleja tarea que han abordado. Chile está acompañando activamente en las negociaciones; sin embargo, en los temas pendientes y en el posconflicto hay espacios donde podría aportar propositivamente.

Como país, y si ellos lo requieren, podríamos colaborar en áreas donde, con una realidad diferente, contamos con experiencias significativas. La transición pactada a que aspiran los colombianos la vivimos en nuestro caso nacional. La búsqueda de la verdad, el reconocimiento por parte de las FF.AA. de aquellos actos que trasgredieron el respeto a los DD.HH. de nuestros conciudadanos, la construcción de memoria y los procesos de reparación son activos que Chile puede exhibir y compartir. También Chile podría aportar en el ámbito regional donde Colombia tendrá la oportunidad de reforzar su presencia en América Latina existiendo espacios para acciones de apoyo de nuestra política exterior y de Defensa.