El Mercurio Legal

Roberto-Guerrero

El decano de Derecho UC no postulará a la reelección y se va a "gobernar" su oficina. En esta entrevista explica cuál fue el proceso que siguió la facultad durante la última década y que la tiene liderando a las escuelas de Iberoamérica.

Roberto Guerrero Valenzuela, decano de la escuela de Derecho de la Universidad Católica de Chile, tiene sólo 47 años. Tras once años -siete como vicedecano de Arturo Yrarrázaval y desde 2011 a la cabeza de la facultad-, ha decidido no postularse para un nuevo período y mantenerse únicamente como profesor.

Y las décadas que aún no tiene son las responsables de que a lo largo de la conversación cueste escuchar esas declaraciones que emiten quienes se sientan en la diferencia; quienes analizan y critican al mundo del derecho y sus habitantes sabiéndose envueltos en el fuero de los años.

Pero quedarse con ganas de más es parte del juego, porque no hay duda de que opiniones sí tiene y sobre cada uno de los temas tratados. Es cosa de saber escuchar.

O aprender a leer. Como cuando habla del peligro de aferrarse al poder.

O como cuando a dos semanas de ser electo, decía a El Mercurio Legal que el Derecho llevaba décadas enseñándose en Chile de la misma manera.

Esta entrevista tiene sabor a balance, pero también habla de actualidad: el derecho a defensa, se trate de casos de drogas o de connotados delitos económicos, no está en discusión. Como nada es tan simple, distingue la defensa de la participación del abogado cuando prepara contratos a sabiendas de que se trata de un ilícito. Y pone de relieve otro aspecto de la profesión: "El delicado equilibrio de los abogados es también saber elegir sus casos".

El camino al primer lugar

Este año Derecho en la Católica apareció 45 en el ránking internacional QS -subió dos puestos con respecto a 2013-, convirtiéndose en la escuela de leyes mejor posicionada de Chile, Latinoamerica y España, además de ser la única de la región ubicada entre las 50 primeras. Sus pares de las universidades de Chile y Católica de Valparaíso, en tanto, se ubicaron en el tramo 101 a 150 a nivel mundial, mientras que Los Andes y la UDP, así como las españolas Salamanca y Granada, quedaron en el segmento 151-200.

Para tener otra comparación, el listado -que junto al de Shanghai y el Times Higher Education son los más prestigiosos en esta materia- fue liderado por las escuelas de ciencias jurídicas de las universidades de Harvard, con 99,5 puntos; Oxford, con 96,5 puntos; y Cambridge (las dos últimas del Reino Unido), con 96,1 puntos. La UC obtuvo 69,2.

Además, desde septiembre de 2011, la facultad se sometió a la certificación de la Association of American Law Schools (AALS), entidad que la analizó según sus criterios y estándares, en un proceso que presentó sus resultados en julio pasado y que terminó con el plantel chileno aprobado con distinción.

"Hace más de 10 años nos trazamos un plan para mejorar sustancialmente en muchos aspectos para tener una educación legal de primer nivel. No era un propósito ser número uno, pero se dio en los resultados", cuenta. Y para ello se hizo un trabajo alrededor de algunos ejes.

Uno fue el docente, donde se hizo conciencia interna de la metodología de la enseñanza que se seguiría en la facultad, donde tomaron nota de cómo estaba cambiando tecnológicamente el mundo y cómo ello influía en el aprendizaje: "Los niños hoy aprenden con varios sentidos, de manera interactiva, multiactivamente. Tuvimos que preparar profesores y preocuparnos de no centrarnos en una sola metodología. No digo que esté plenamente logrado, pero iniciamos un cambio de visión.

También establecieron una serie de procesos formales de apoyo al proceso educativo, que cumplen tanto profesores como alumnos, además de preocuparse de proveer la infraestructura y los medios materiales para enseñar mejor, dice.

"Algo que no es nuevo, fue insistir en un enfoque en el ser humano, que no son palabras bonitas, sino concretas", añade. Asegura que un profesor de Derecho de la Católica conoce a sus alumnos por el nombre, que no hay una relación jerárquica y que hay mucha interacción fuera de la sala de clases: "Al principio es más difícil, porque han salido recién del colegio, pero en cinco, diez o quince años van a ser abogados igual que nosotros y tenemos que tener esa confianza, ese sentimiento de ser pares; vamos a estar en la misma mesa de negociación o en el tribunal".

Siempre mirando al exterior

Otro de los caminos que tomaron fue aprovechar el hecho de que empezó a ser muy común que los abogados jóvenes salieran a estudiar al extranjero. Se los vinculó a la facultad "y ha habido un recambio y un refresco de académicos muy bien calificado".

En paralelo con las medidas en el ámbito docente, relata, la escuela enfocó esfuerzos en la investigación, buscando la expansión del conocimiento que incorporara experiencia internacional de gente que se hubiera atrevido a apostar por la carrera académica como dedicación exclusiva: "Hicimos una apuesta grande. Invitamos a mucha gente, alguna resultó; otra no. Identificamos gente que estaba estudiando fuera, ex alumnos o no".

Dice que ello multiplicó por 10 el número de doctores calificados para investigar, todos con muy buenas relaciones internacionales: "Es una inversión muy grande en capital humano que comienza a dar sus frutos en abundancia, y que va produciendo un efecto de apreciación fuera de las fronteras".

¿Más? "Buscamos que una vez que tuviéramos una cierta posición, nos revisaran afuera con parámetros internacionales". Y así se enfocaron en tener estándares de enseñanza; y así se sometieron voluntariamente a la certificación de la AALS; y así se demostraron que el trabajo de estos años había estado en línea con lo que en cualquier parte del mundo se entendía como adecuado para una facultad de Derecho.

"Es increíble como siete años atrás uno, sin tener vinculaciones, trataba de tener acceso a universidades extranjeras. Costaba un mundo que te recibieran, que supieran quién eras. Había que ir como vendedor viajero con folletos y carpetas (se ríe). De 10 reuniones que uno pedía, daban dos o tres como máximo, y hoy vienen todas las semanas profesores y directivos de universidades de Europa, Asia y Estados Unidos. Para mí representa un orgullo muy grande".

- ¿Por qué no sigue como decano?

"Llevo más de 11 años en esto. Hay razones personales que me hicieron tomar esta decisión. También uno en cierto momento de la vida tiene que optar cuando los caminos son incompatibles o tienen disyuntivas que te llevan a caminos distintos, y uno tiene que reflexionar, tiene que hacer una introspección. Tomar la decisión fue doloroso. Al final uno tiene que pensar también qué es lo mejor para la institución donde está.

Creo que los propósitos que yo me tracé y que nos trazamos con el anterior decano están más que cumplidos. Creo que el peor error que uno puede cometer en la vida es aferrarse a las cosas. Creo que cada etapa merece su líder. Creo que se corre el peligro de caer en repeticiones de lo mismo y no es bueno. Creo que las universidades y las unidades académicas dentro de ellas tienen el germen de su propia destrucción adentro, y es el apitutamiento y el aferramiento al poder.

Nunca he buscado los cargos que he tenido y por eso me siento mucho más libre al momento de tomar la decisión. ¿Me gustaría seguir? Me encantaría. Lo siento como mi octavo hijo o como mi noveno hijo, porque también otros proyectos requieren mi atención, pero seguiré siendo profesor y colaborando con las cosas que me pidan".

- ¿Qué hará a continuación?

"Estoy pensando en descansar en verano. Tengo que armar dos cursos, uno en cada semestre, con materias enteramente nuevas por cambios legislativos que tengo que estudiar: quiebras y seguros. Y también tengo una vida profesional que tomar con más fuerza. Aunque no la he dejado de lado, porque mantuve el ejercicio de la profesión, con más tiempo voy a poder dedicarme más al gobierno, si queremos ponerlo de alguna manera, de mi propia oficina, donde creo que los tiempos que se están viviendo en el ejercicio profesional también exigen un tiempo de reflexión y un tiempo de liderazgo".

- La UC ya bajó los años de Ingeniería y Medicina ¿Es factible acortar Derecho?

"No", dice. Y matiza: "A ver, todas las carreras se pueden acortar, pero el tema es para qué y qué doy a cambio. La universidad es una preparación intelectual, formación cultural, saber relacionarse efectivamente con los demás, con el planeta. Si tú quieres hacer un comprimido de la carrera, puedes hacerlo, pero cómo suples el vacío de la formación para la carrera. Los ramos estrictamente de Derecho no son los cinco años; hay varios que son de formación general, antropológicos, que los da la universidad. Pasa otra cosa y es que la formación que las carreras de pregrado dan no son suficientes para ejercer la profesión con las exigencias de hoy; habilitan para aprender, profundizar, perfeccionarse y especializarse.

Esta carrera requiere aprendizaje continuo, actualización permanente, un saber hacer que entrega un criterio sobre cómo se solucionan los problemas de los clientes y representados, en el cual la experiencia cobra un valor muy importante. Pero no se enseña. Por lo tanto, en esta carrera proponemos generar un alumno que tenga las herramientas culturales e intelectuales, los conocimientos básicos mínimos para ejercerlos correctamente".

- Se ha hecho el paralelo entre la estigmatización de quienes defienden casos de drogas y el prestigio y dinero de quienes defienden delitos económicos. ¿Cuál es su personal opinión?

"La función del abogado es la de defender intereses con las herramientas que entrega la legislación y todo el mundo tiene derecho a ser defendido correctamente, lealmente, éticamente.

Nadie puede ser condenado por un delito que no cometió, o por un delito que no existía, o por una actuación que tiene una distinta valoración en un momento que en otro, y por lo tanto no ha sido formulado como delito.

Por lo tanto, la labor del abogado es estar en los dos lados: puede estar en la defensa de un interés que parece justo, o estar en la defensa de un interés que, aunque la situación que esté defendiendo parezca a ojos de terceros como injusta, también es justo.

No creo que haya un cuestionamiento ético ni de ninguna especie en defender situaciones determinadas que puedan estar configuradas como delito, y para qué hablar cuando no están configuradas como delito, como son cuestiones administrativas.

Ahora, lo que un abogado no puede hacer es perseguir, defender o preparar un ilícito -alguien que redacta un contrato para defraudar a otro-, participar a sabiendas, y buscando perjudicar a un tercero que tiene un derecho justo.

No me gustan las caricaturizaciones, porque creo que no son justas. Uno tiene que ver caso a caso. Un abogado que tiene la razón en un caso e inventa una prueba falsa es tan reprochable como el que defiende a sabiendas de que su cliente ha cometido un ilícito esconde una prueba o tuerce las cosas. Un abogado tiene que saber encontrar en la legislación, en la jurisprudencia, en la doctrina, las herramientas lícitas para que la justicia opere".