La Segunda

Javier Infante Martin 96 96

Se promulgó la ley que crea el Ministerio del Deporte, que tendría por objeto "convertir a Chile en un país de deportistas". El Estado será ahora el gran mecenas de los deportistas chilenos y tendrá que saber quiénes requieren mayores recursos, de acuerdo a su talento y los costos de su disciplina. Algunos —los temidos expertos— tendrán que saber cómo apoyar un deporte "caro" como el Rally, y uno más "barato" como el ajedrez. Con ello veremos cómo el deporte se transforma paulatinamente en una parcela estatal.

El problema se presentará cuando otras disciplinas queden fuera: el club de bochas o la federación de chueca. El proyecto actual no contempla la inyección de nuevos fondos públicos al deporte, que, elevado a la categoría de Derecho, tendrá que ser financiado. El Estado no puede discriminar, así es que habrá que financiarlas a todas. Estos fondos tarde o temprano se comenzarán a agotar ante la demanda de recursos que, les guste o no a nuestros políticos, son escasos. Entonces, alguien deberá dejar de recibir apoyo. ¿Quién? No las academias de fútbol, claramente. El sindicato número 16 de tiro al arco, tampoco, ya que es auspiciado por autoridades locales y el diputado del distrito correspondiente.

Tan digno sponsor tendrá un efecto sobre los deportistas: sólo quienes tengan apoyo público serán dignos de reconocimiento. Es decir, tendremos deportistas privados y deportistas públicos —o mejor digamos, tradicionales—. Con el tiempo, dicha diferenciación derivará en las clásicas pugnas entre lo público y lo privado.

Será entonces cuando a alguien se le ocurra la idea de subir los impuestos con el objetivo de financiar el deporte. Y posiblemente se sugiera la creación de un impuesto específico a los deportistas. Pero —se objetará— un impuesto a los deportistas es regresivo. Quienes usualmente ganan importantes premios ligados al deporte lo hacen en el extranjero, y en consecuencia no pagarán por dichas rentas, mientras que el deportista local, de menores recursos, se verá afectado por la mayor carga tributaria, que dificultará su actividad. Será entonces cuando nos demos cuenta que al final del día todo cambió, para seguir igual —o peor—.

Del mismo modo en que buscamos desincentivar el tabaquismo con impuestos específicos, incentivemos el deporte liberándolo de impuestos, para que otros Farkas puedan financiar a otros Tomás González. Eso es progreso, el resto es música.