Juan Emilio Cheyre

La Tercera

En las primeras semanas de diciembre se abrirán los fuegos entre los representantes de las defensas de Chile y Perú en la Corte Internacional de Justicia. Es conveniente, necesario y razonable que las interpelaciones y posiciones encontradas se radiquen allí sin escalar a la opinión pública, los medios de comunicación y menos a sectores oficiales que representen a instancias gubernamentales de ambos países. Se puede aspirar a ello; sin embargo, habrá que poner esfuerzos para lograrlo.

Con los alegatos orales la controversia adquirirá un tono hostil propio de argumentaciones contrapuestas que ahora conocerá la opinión pública. Lo anterior puede llevar a reacciones del todo inconvenientes para la buena relación actual y futura entre ambas naciones. Por eso, resulta importante asegurar un debate informado en el que se defiendan con fuerza los derechos de Chile, pero sin caer en reacciones extemporáneas a raíz del sensacionalismo que adquirirá más de una noticia. Será fundamental, para lograr tal propósito, una actitud de la misma naturaleza de parte de las autoridades, medios de comunicación y sociedad peruana.

El momento más delicado será el de los tres días en los cuales los representantes peruanos alegarán ante la Corte. Saldrán a la opinión pública argumentos que para nosotros los chilenos sonarán fuertes. Es esperable que la defensa de Perú base su posición en argumentos que busquen hacer énfasis en un revisionismo histórico que siempre estará teñido por hechos que definitivamente nos dividen. Seguramente surgirán interpretaciones jurídicas que nos resultarán objetables. El formato del procedimiento impedirá una reacción de la delegación chilena hasta después del término del alegato peruano. Por tanto, en ese lapso sólo recibiremos noticias que se interpretarán como golpes sucesivos a nuestros derechos y opinión.

La primera tarea de todos debería ser evitar enganchar en contra, argumentaciones que siempre estarán cargadas por el tono que tendrá la defensa peruana, magnificada por un esperable sensacionalismo mediático. Dejemos a nuestra defensa llevar el debate al campo del derecho internacional y el respeto a sus normas.

Existe otra contribución concreta que todos deberíamos asumir: mantener la cohesión y unidad en relación a la forma, argumentos y principios con los cuales Chile ha actuado en relación al caso.

La nueva etapa podría abrir espacios para opiniones o críticas sin contar con todos los antecedentes. Es más, el clima político a más de alguno llevará a tentarlo para aparecer con una mirada divergente. Hasta la fecha Chile ha enfrentado el tema apegado a principios de política exterior sustentados por todos los gobiernos. Estamos llamados a cuidar esta fortaleza.

Chilenos y peruanos deberíamos hacer esfuerzos por confiar en el fallo del tribunal al que las partes resolvieron acudir. Lo que cada cual gane o pierda escapa a nuestro actuar y compete a los jueces. Sin embargo, la buena relación futura entre Chile y el Perú es tarea de cada uno de nosotros. Abandonar una lógica de relación anclada en el pasado exige un actuar ponderado de todas las partes en la importante etapa que se avecina. Ayudaría a hacerlo un compromiso del Perú que después de esto no hay más temas pendientes.