Diario Financiero

Hernán Salinas 158x158

Leer columna

En reciente referéndum, el Reino Unido ha decidido denunciar el Tratado de la Unión Europea y, de esta manera, dejar de pertenecer al proceso de integración más avanzado que existe en la actualidad, donde no sólo existe un mercado común entre sus miembros, sino un alto grado de integración entre ellos, a través de una coordinación de sus políticas, con un grado importante de delegación de las competencias estatales en órganos comunitarios.

Viene ahora un período de un máximo de dos años donde el Reino Unido deberá negociar con la Unión Europea su retiro de esta Organización Internacional y el tipo de relación que en el futuro mantendrá con ella.

Más allá de las repercusiones tanto políticas como económicas que el llamado "Brexit" ya ha tenido, es importante reflexionar sobre las lecciones que pueden sacarse de este suceso, en particular, respecto de la integración como un fenómeno propio de las relaciones internacionales contemporáneas.

Como ya se ha señalado, la Unión Europea constituye el proceso de integración más profundo existente en la actualidad, con un alto desarrollo de competencias e instituciones supranacionales, las cuales han ido generando conjuntamente con una frondosa burocracia comunitaria una creciente oposición en amplios sectores de la población de sus Estados miembros que resienten una pérdida de la identidad nacional incrementado con fenómenos como la crisis migratoria y el terrorismo transnacional.

Este sentimiento nacional de desafección con el proceso de integración europeo ha sido especialmente significativo en el Reino Unido, Estado que como otros de la Unión se encuentra vinculado al proceso de integración en un grado menor, al no estar unido al Euro y a la existencia de un Banco Central Común. Este sentimiento de desafección no es sólo británico sino que también se extiende a otros Estados de la Unión donde los eurocépticos han ido creciendo, amenazando el retiro de otros Estados.

La pregunta que surge es si el proceso de integración europeo ha avanzado en un grado de desarrollo en el proceso de delegación de competencias a órganos comunitarios más vinculado a elites burocráticas que a la real voluntad de los ciudadanos de los Estados europeos que resienten de una cierta pérdida de la identidad de sus respectivas naciones.

Pareciera que el camino para Chile es otro, y ese es el de la Alianza del Pacífico, un acuerdo si bien tiene por objeto crear una "profunda integración" que implique la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas, entre sus miembros, no tiene aspiraciones de supranacionalidad y se basa en esquemas flexibles lejos de toda rigidez y burocracia.

Sus logros han sido cautos y realistas, habiendo a la fecha abolido los aranceles para el 90% de su comercio en bienes, armonizado las reglas de denominación de origen, suprimido las visas de turismo dentro del bloque de Estados que lo conforma, habiendo atraído a 49 países observadores, siendo el último Argentina, lo que abre un camino auspicioso de colaboración con los países del Atlántico.