La Segunda

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"Las mujeres les hacemos bien a las instituciones", dice la presidenta del Tribunal Constitucional. "Por naturaleza, ayudamos mucho al clima laboral, a las relaciones de trabajo. Y somos responsables".

Su oficina tiene grandes arreglos de flores, fotos y pinturas de época, y un pañuelo de seda que cuelga del respaldo del sillón de su escritorio.Constituciones en miniatura, de distintos países, llaman la atención en una mesa alta de su amplio despacho.

La abogada Marisol Peña Torres (55) es la primera mujer que ocupa este cargo en esa institución que tiene el poder de decidir si una norma, decreto presidencial, ley o proyecto se ajusta al pacto estatutario de Chile.

También fue la primera profesora titular de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica, donde recibió el premio a la "Excelencia Docente" y el "Reconocimiento a la Excelencia Docente". Los pergaminos le llueven. En la misma universidad, como alumna obtuvo los premios "Monseñor Carlos Casanueva" y "Luis Gutiérrez Allende".

Hija mayor (son cuatro hermanos) de padre y madre abogados, la mamá fue jueza de tribunales de familia. Y el padre, especialista en criminología, asumió a los 29 años como subdirector de Prisiones (hoy Gendarmería) durante el gobierno de Jorge Alessandri. Todo esto lo cuenta cuando le preguntamos por qué a los 16 años ella entró a la universidad en Guatemala. Y es que en la década del 70 el Programa de Naciones Unidas (PNUD), para el cual trabajaba su progenitor, lo envió a Nicaragua a supervisar la implementación de la reforma carcelaria. Al terminar ella el colegio (a los 15 años) decidió ingresar de inmediato a la universidad, pero en Nicaragua no había buenos establecimientos de educación superior. El mejor y más cercano estaba en Guatemala: la Universidad Rafael Landívar. Así es que partió allá a estudiar y a vivir sola, hasta que se produjo el regreso y continuó la carrera en la Universidad Católica.

Le aconsejaron usar la falda corta en los tribunales

Su tesis universitaria versó sobre la participación política de la mujer en la institucionalidad chilena, a partir de la vigencia de la Constitución del 80. Mismo año en que egresó.

¿Cómo lo hizo para entrar al mundo del poder siendo mujer, aparte de ser estudiosa y matea?

—Le voy a contar algo que a mí me marco en mi vida de abogado, como mujer. Cuando empecé a ejercer la profesión y tuve que hacer la práctica profesional, un compañero de curso me dijo que si quería que me recibieran bien en los tribunales fuera con una falda bien corta. Yo he sido siempre una persona que se ha resistido a eso. Creo que uno no necesita recurrir a los encantos femeninos o sobreexplotar los encantos que la naturaleza nos dio para probar que podemos ser eficientes en algo. Y una segunda norma de vida es que he procurado no sucumbir a esto que usted me comentaba durante la sesión de fotos: que las mujeres, cuando llegamos al poder, tendemos a endurecernos como si eso nos diera una especie de bastón para afirmar nuestra posición. Siempre he creído en la diferencia entre poder y autoridad. Siempre aspiro a que, si me van a obedecer o si me van a seguir, sea por la fuerza racional de mi argumento o por el ejemplo que estoy dando. Esa postura me ha ayudado mucho a tener un buen acercamiento. Yo he trabajado con dos Presidentes de la República: con el Presidente Piñera y con la Presidenta Bachelet.

A Michelle Bachelet la conoció hace muchos años, en la ANEPE, cuando la Presidenta aún no era ni siquiera ministra, sino asesora de Defensa, en tanto ella hacía clases en la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos. Dice que la Mandataria no le ha tratado el tema de la reforma constitucional, pero sí le señaló que iba a velar por el respeto de las instituciones.

Con Sebastián Piñera, recuerda una reunión en que ella le dijo que ya que tenía que nombrar a un ministro del Tribunal Constitucional (de los 10 integrantes, 3 son designados por el Presidente de la República, 2 nominados por el Senado, 2 propuestos por la Cámara de Diputados y ratificados por el Senado, y 3 por la Corte Suprema), ojalá que fuera una mujer. Y Piñera nombró a María Luisa Brahm. Cosas del destino: Ella no le dio su voto cuando fueron las elecciones para suceder a Raúl Bertelsen en la presidencia del Tribunal Constitucional, sino que apoyó a Carlos Carmona y con su voto lo dejó arriba de Marisol Peña. Fue el saliente presidente del Tribunal quien la respaldó a ella, quedando en empate ambos candidatos. Como se mantuvo el empate en la sala, finalmente llegaron a un acuerdo inédito en el TC: que los dos años que dura la presidencia los dividirían, y ella la ejercería el primer año para que el segundo continuara Carmona, ministro que fue designado por la Presidenta Bachelet en su anterior gobierno, el año 2009.

Un día Piñera le preguntó: si tuviera que elegir entre ser profesora y ser abogada, ¿con cuál se quedaría? Ella le contestó que no podía optar, porque ambos eran parte de su vida. "Creo mucho en la parábola de los talentos. Dios me dio algún talento para ser abogado y después descubrí que además me lo dio para ser profesora".

Y como mamá, ¿qué tal es? –le preguntamos cuando ya nos ha contado que se casó a los 29 años con un administrador de empresas, con quien tiene dos hijos, uno de 23 y otra de 21, uno egresando de Derecho y la otra estudiando Leyes.

—Siempre he pensado que en el acceso de las mujeres a los cargos públicos, más que las dificultades que el sistema pueda tener, muchas veces las dificultades nos las ponemos las mismas mujeres. Porque vivimos con un sentimiento de culpa enorme de no dedicarles el tiempo a nuestros hijos. Y si bien todas las mujeres que trabajamos fuera de la casa tratamos de suplirlo en calidad, es a costa de un gran sacrificio. Pienso que mi primera responsabilidad en la vida, lejos en el orden de prioridades, es formar vida. Con los dos hijos que traje al mundo he tratado de hacerlo lo mejor posible. Creo que soy muy cercana y buena amiga de mis hijos, sobre todo porque compartimos la misma vocación. Pero yo he sentido culpa, y también, en algunas oportunidades, el reproche de ellos.

"Me parece delicado y grave someter al país a una revisión íntegra de su pacto constitutivo"

El tema que tiene en la mira al Tribunal que preside Marisol Peña es el de la anunciada reforma constitucional, sobre el cual eventualmente deberá pronunciarse.

—Según Enrique Barros (doctor en Derecho), hay en la Constitución del 80 "un problema de legitimidad de origen". ¿Está usted de acuerdo?

Advierte que va a responder a título absolutamente personal.

—Bueno, yo tenía la sensación de que esa discusión había quedado totalmente superada, en primer lugar porque en 1989 las fuerzas que en ese momento integraban la Concertación de Partidos por la Democracia logaron modificaciones constitucionales importantísimas, que modificaron muchos aspectos que se consideraban problemáticos en la Constitución. Y esa reforma de agosto de 1989 fue sometida a plebiscito. Ahí hubo una primera oportunidad de superar cualquier problema de origen que pudiera tener, como de hecho ocurrió en materia de derechos fundamentales. Y la segunda gran ocasión se produjo ya en plena vigencia de la democracia, con la reforma constitucional del 2005, que fue tramitada en el Congreso Nacional durante cinco años. Por lo tanto, uno entiende que en esa oportunidad todas las fuerzas políticas tuvieron la oportunidad de sugerir perfeccionamientos de una Constitución que venía viciada desde su origen. Al punto que cuando el Presidente Lagos promulgó esa reforma recordó que se estaba promulgando un nueva Constitución. Entonces muchos entendimos que ese era una especie de renacer, un momento constitucional donde todas las críticas, los problemas, los vicios que se le habían imputado habían quedado en el pasado.

¿Entonces no está de acuerdo con reformar la Constitución del 80?

—Mi punto es el siguiente: ¿Cabría, so pretexto de una ilegitimidad de origen de la Constitución, cambiar toda la Constitución? Me parece delicado y grave someter al país a una revisión íntegra de su pacto constitutivo. Porque en ese pacto hay elementos que tienen que ver con la cultura política, con la experiencia que la historia chilena ha ido decantando y que se ha ido reflejando en la Constitución. Distinto es modificar algunas leyes.

¿Por qué sería grave?

—Porque la revisión completa del pacto constitutivo siempre genera gran tensión política. Lo vimos en Bolivia durante muchos años difíciles que se vivieron con ocasión del funcionamiento de la Asamblea Constituyente, que derivó en la Constitución del año 2009. Y porque es grave que, so pretexto de la revisión del pacto constitucional, pudieran eliminarse elementos que son de la historia, de la cultura, de lo que los chilenos hemos llegado a ser través del tiempo.

Cita, como ejemplo, el caso del Estado Unitario.

—Chile es un Estado Unitario que ha ido intentado avanzar en la regionalización del país, pero sería gravísimo que, so pretexto de un cambio constitucional, empezara a avanzar la idea de un Estado Federal, o de la sustitución de un régimen presidencial de gobierno por un régimen parlamentario, que no se aviene con nuestra cultura. Nosotros no tenemos dos partidos fuertes, grandes, sólidos, cohesionados, como sucede en Inglaterra, que se pueden ir alternando en el poder. De forma tal que esta Constitución que tenemos, con los defectos que pueden imputársele, ha logrado ir reflejando, a lo largo de todos sus años de vigencia, la experiencia histórica chilena, que ha sido más bien una experiencia de estabilidad institucional.

Dice que "hay que proteger el valor de la vida que consagra la Constitución actual". Al respecto, recuerda fallos emblemáticos, como el de trasplante de órganos y el de la píldora del día después, donde el TribunalConstitucional falló que la vida comienza en el momento de la concepción.

Fallos emblemáticos, como el de tres parejas homosexuales

¿Usted es católica, apostólica y romana?

—Soy católica, ex alumna de la Universidad Católica, y profesora de la Universidad Católica, lo cual me obliga por contrato a adherir a los principios de la Universidad Católica. No voy a misa todos los domingos, pero trato de guiarme absolutamente por los principios de la Iglesia Católica en mi forma de vida. Y uno de esos principios es la misericordia, y es la tolerancia hacia el que piensa distinto. Esto es muy importante para mí decirlo, porque si uno concurre a un fallo no lo hace porque es católico, porque es protestante o porque es evangélico. Uno falla como juez. Por lo tanto, mi convicción en cada uno de los fallos que he expedido no tiene que ver con mi fe; tiene que ver con mi convicción jurídica.

¿Pero cómo puede separar?

—Es muy difícil, pero la forma es simplemente tratando de encontrar la razonabilidad de un argumento distinto, que no pugne con valores que son para mí de la naturaleza humana.

Recuerda un fallo polémico del Tribunal, cuando tres parejas de homosexuales a quienes les fue impedido casarse reclamaron por una supuesta inconstitucionalidad del artículo 102 del Código Civil, que define al matrimonio entre un hombre y una mujer. Argumentaban que iba contra la norma superior que protege la igualdad ante la ley.

El dictamen del TC fue muy dividido.

—Nosotros les dijimos que éste no es un problema de desigualdad, porque ellos pueden vivir afectivamente juntos, pueden proyectarse juntos de otra manera. Pero si pretenden proyectar esa convivencia como matrimonio, hoy en Chile no pueden hacerlo porque la ley no está en contradicción con la Constitución en esta materia. Yo tengo un voto particular en ese fallo, y mi fundamento ahí no tiene nada que ver con razones religiosas, sino estrictamente jurídicas, con doctrina comparada en cuanto a qué es la naturaleza del matrimonio como fundamento de una familia. Y, como siempre he dicho, eso es lo que me mandata, en mi concepto muy personal, la Constitución hoy día, que es la que he jurado defender.

Mi punto es el siguiente: ¿Cabría, so pretexto de una ilegitimidad de origen, cambiar toda la Constitución?

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