El Libero

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“Yahveh preguntó a Caín: “¿Dónde está tu hermano?” Respondió: “No lo sé. ¿Soy acaso el guardián de mi hermano?”. Este pasaje de la Biblia ha sido usado en los últimos años entre nosotros, poniendo especial énfasis en su frase final, para graficar lo que algunos han denominado “el mundo de Caín”, o, si se quiere, un orden social dominado por el egoísmo, consecuencia de una visión individualista extrema, que sería el que la Constitución de 1980 habría venido a instalar en Chile.

Esta crítica al orden institucional vigente, aceptada sin mayor cuestionamiento en ciertos círculos intelectuales, puede tener efectos muy graves en el análisis de los últimos cuarenta años de la historia de nuestro país y en los efectos que la actual Carta Fundamental ha tenido en ellos. ¿De qué sirve, podría decirse a partir de ella, que la reforma institucional y económica realizada en Chile haya hecho posible las que muy probablemente son las mejores décadas de su historia, y haya cambiado, para bien, las condiciones de vida de gran parte de su población, si ello se ha logrado a partir de un sistema que, en su base, es contrario a los principios, cuando no derechamente inmoral?

Existen buenas razones para sostener que esta crítica es infundada y supone desconocer la clave del éxito que alcanzó nuestro país bajo el orden institucional vigente, la que radica, precisamente, en que dicho orden se funda en principios fundamentales para la convivencia humana. Antes de entrar en ese análisis (que por razones de espacio queda para una próxima columna), parece oportuno detenerse a considerar si la asimilación del “mundo de Caín” (donde prima la violencia), al reino del egoísmo es tan acertada como se ha sostenido y acríticamente parece haberse aceptado ampliamente.

En efecto, según la narración que se contiene en el texto bíblico, la pregunta que Dios hace a Caín por el paradero de su hermano no se formula en cualquier contexto, ni siquiera en uno que pudiera considerarse neutro, sino después que Caín ha dado muerte a Abel. Es decir, después que Caín ha cometido un crimen. Si se retrocede un poco en el relato, se puede apreciar que el origen de dicho crimen está en la molestia de Caín ante el trato desigual que Dios ha dado a los hermanos, en concreto, al preferir la ofrenda de Abel a la de Caín.

Parece posible afirmar, entonces, que si se toma en consideración la narración completa, y no sólo su frase final, el orden social que más se asemeja al “mundo de Caín”, es uno que está dominado por la envidia y el resentimiento frente al éxito y el mérito individuales. Uno que recuerda las más tristes experiencias colectivistas que ha conocido Occidente a lo largo de su historia.

No parece estar de más tenerlo en cuenta ahora que se inicia un proceso constituyente en nuestro país. No vaya a ser que, por tratar de huir del orden social que, según se nos ha venido diciendo por académicos y columnistas, corresponde al “mundo de Caín”, terminemos construyendo de verdad dicho mundo entre nosotros … y justificando el asesinato de Abel.

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