Cristián Saieh

Diario Financiero

Chile se encuentra entrampado en un conflicto de grandes proporciones por la política energética. Una de las causas es que las partes involucradas en la controversia no utilizan los esquemas de distinción para abordar el problema.

La teoría de sistemas postula que conocemos mediante esquemas de distinción, que permanecen ocultos para el observador que los usa: el que mira a través de sus anteojos no ve sus anteojos, sino el mundo que lo rodea; quien considera agradable un plato de comida cree que dicho plato es sabroso y no que es él quien lo considera así.

Un observador de segundo orden, el que observa a otro observador observando, sí puede ver los esquemas de distinción del observador que él observa: puede, entonces, mirar por qué éste ve las cosas como las ve, aunque este observador de segundo orden tampoco puede ver sus propios esquemas de distinción. Así como podemos entender que para un vegetariano sea atractivo un plato de lechuga y que un bife chorizo no lo sea, también se hace posible comprender el juego amoroso de una pareja, algo que para los mismos integrantes de la pareja es imposible descubrir porque están en ese juego.

El conflicto energético presenta con nítida claridad este problema. Las partes sólo miran lo que quieren mirar sin "observar el observar del otro". Los que se oponen a la generación hidroeléctrica y a las líneas de transmisión (comunidades, grupos ambientalistas y sectores transversales del mundo político) no logran mirar el mundo desde el observar del otro. Otro tanto para algunos sectores empresariales y las compañías involucradas en los proyectos energéticos. Los primeros no quieren observar que los más necesitados sólo entienden su abultada cuenta eléctrica a fin de mes o que Chile tiene uno de los precios de energía más altos del mundo. Los segundos no miran el agravio que significa para un ambientalista que se sacrifique, aunque sea una ínfima porción, la Patagonia.

"El observar el observar del otro" no es un juego de palabras: es apreciar las cosas con la perspectiva que la otra parte tiene y entender las razones por las cuales posee esa visión. Recordemos que como observadores también somos ciegos a nuestros esquemas de distinción y a que la solución al problema no siempre estará en el mundo que percibimos, sino en la comprensión de cómo los otros perciben el problema. De esta forma ambas logran entender el conflicto como el otro lo comprende se genera confianza, lo que probablemente hace cambiar la obstinación por disposición a llegar a acuerdos negociados.

Como no ha sido posible llegar a consensos, la oposición de comunidades a algunos proyectos de inversión eléctrica ha significado paralizaciones en inversiones por cerca de US$ 18 mil millones, llevando muchos de los proyectos al terreno judicial; y es precisamente esto lo que no debe ocurrir ya que los tribunales no pueden mirar el observar de ambas partes y sólo abordan los efectos de los conflictos y no las causas.

Si las partes logran el observar el observar de los otros se podrá generar un acuerdo político global y transversal que establezca un plan de largo plazo que no perjudique nuestro futuro energético.